Los intentos constantes por mejorar y solucionar problemas visuales han permitido avanzar en los tratamientos oftalmológicos, brindando opciones eficaces y seguras para problemas oculares frecuentes. Este es el caso de la miopía: una afección de la visión que se manifiesta con una percepción borrosa de los objetos lejanos y que, actualmente, cuenta con alternativas quirúrgicas que logran corregirla de forma definitiva.
A diferencia de un ojo normal, en el que el cristalino enfoca la imagen del objeto que observamos proyectándose en forma nítida en la retina, en los pacientes que presentan este error refractivo la imagen se formará delante de la misma, punto en el que se hace foco, y no sobre ella. Debido a que el ojo miope es más largo de lo normal, la imagen no se forma correctamente, produciéndose la visión borrosa lejana que provoca, ya sea entrecerrar los ojos para poder enfocar o acercarse a los objetos para verlos mejor.
Para poder llegar al diagnóstico, se realiza un examen ocular completo que determina la agudeza visual del paciente, además de establecer el grado de miopía mediante un test de refracción a través del cual se evalúa el defecto refractivo del ojo.
La miopía se mide en unidades denominadas dioptrías. Éstas representan la cantidad de corrección que se necesita para normalizar la visión: cuanto más miope es el paciente, más altas serán las dioptrías de su receta. Así, una miopía simple es aquella cuya graduación no supera las 6 dioptrías y que se detiene normalmente a los 24 años, mientras que la miopía patológica o progresiva usualmente sobrepasa las 9 dioptrías. Esta última y menos frecuente puede ser causada por una alteración en el segmento posterior del ojo o estar asociada a problemas retinales.
Existen diversas formas de compensar los defectos refractivos. Uno de los métodos más convencionales y habituales son los anteojos o lentes de contacto.
A esto se suman alternativas quirúrgicas modernas que permiten corregir de modo definitivo esta afección visual, ya sea con técnicas que emplean láser o mediante el implante de lentes intraoculares para la alta miopía.
Actualmente, la técnica más conocida y utilizada es la cirugía refractiva con excimer láser, la cual se basa en la sustracción de tejido corneal para corregir el defecto refractivo (miopía, hipermetropía, astigmatismo). A través de este procedimiento es posible tratar a pacientes con miopía desde -1.50 a -8.0 de dioptrías. Éste es considerado el procedimiento quirúrgico electivo más seguro de toda la medicina actual, alcanzando un éxito y satisfacción en el 98 % de los casos, logrando una visión sin corrección óptica igual o mejor a la preoperatoria.
¿Qué sucede cuando no es posible realizar un tratamiento con láser porque la miopía es muy elevada?
Existen situaciones en que estos métodos con láser no son los más apropiados, ya que no logran corregir el defecto óptico en su totalidad por su alta graduación (generalmente miopías de más de -8.00).
En estos casos, el médico oftalmólogo puede aconsejar al paciente el implante de una lente intraocular para corregir su error refractivo, denominada ICL o Lente de Contacto Intraocular Fáquico, uno de los últimos avances en tecnología para la corrección de la visión.
La ICL es una lente de origen suizo, altamente sofisticada, que corrige los defectos refractivos de la visión (miopía y astigmatismo), pudiendo modificar la graduación en un amplio rango (hasta 20 dioptrías de miopía y 7 dioptrías de astigmatismo) en pacientes a partir de los 25 y hasta los 45 años de edad, en quienes la miopía se detuvo.
Contrariamente a lo que ocurre con las lentes de contacto tradicionales, las cuales se colocan sobre la superficie ocular de manera reversible, la lente ICL es fabricada de un material altamente biocompatible y se implanta en forma permanente en un espacio entre el iris y el cristalino humano, conservando este último (a diferencia de la cirugía de cataratas) y sin alterar la córnea ni modificar ninguna otra estructura ocular. Se trata de una cirugía de alta precisión, ya que la lente ingresa plegada por una incisión de 2.2 mm. La manipulación de esta lente es muy delicada dado que su espesor es igual al de un cabello humano, y sólo puede ser realizada por cirujanos debidamente acreditados por el fabricante.
Para efectuar esta técnica deben realizarse diversos estudios oculares preoperatorios con el objetivo de estudiar las distintas características del ojo de cada paciente. Como requisito indispensable, el ojo debe cumplir con un espacio mínimo disponible para poder implantarse esta lente. En caso de no ser así, la cirugía se encuentra contraindicada.
Esta cirugía consiste en un procedimiento ambulatorio e indoloro, en el que se utiliza anestesia local y dura aproximadamente 15 minutos. El paciente es intervenido y luego se retira para descansar con su ojo vendado sin necesidad de internación.
Se realiza un control a las 4 horas de realizada la cirugía, momento en el que se experimenta una recuperación visual casi completa, pudiendo volver a su rutina normal al día siguiente. Luego de las 48 hs de la intervención, es posible realizar la cirugía del otro ojo.
En cuanto a los efectos adversos, diversos estudios clínicos reportaron a nivel mundial una baja tasa de incidencia. El más común es la aparición de cataratas aproximadamente entre los 10 a 15 años de realizada la intervención y en sólo un 1,5% de los casos, situación que puede ser perfectamente corregida quirúrgicamente y sin secuelas.
Una novedad importante es que esta lente puede ser utilizada, además, en pacientes con miopía y astigmatismo secundario por queratocono a partir de los 35 años, edad en la que esta enfermedad detiene su progresión, logrando resultados más que asombrosos.
Desde el año 2010 el Sanatorio Allende realiza este tipo de intervenciones, proporcionando la más alta y previsible calidad visual y de vida a nuestros pacientes, lo cual permite disminuir el uso de anteojos y realizar prácticas deportivas de forma posterior, inclusive de alto rendimiento, ya que este procedimiento es compatible con las mismas.
#ConsejoDeSalud: si bien la miopía no puede prevenirse, las revisiones oculares periódicas durante la niñez contribuyen a detectar esta afección en fases iniciales, considerando que suele presentarse en la infancia o adolescencia.